Un comerciante sabio llamado Mateo que cruzaba el desierto cada mes con su caravana de mulas. Tenía un objetivo claro: llevar sus mercancías desde su pueblo hasta el oasis del este y volver antes de que el calor se volviera insoportable.
Su caravana era grande: veinte mulas cargadas con bienes valiosos. Cada una con un mozo que la guiaba. Pero, por más que tratara de ir más rápido cada vez, siempre tardaban lo mismo… o incluso más.
Un día, frustrado, Mateo decidió duplicar la carga de agua y comida, contrató mozos más fuertes, y dio órdenes estrictas de apurarse. Pero el resultado fue el mismo: una marcha lenta, cansada, con discusiones y mal humor. Algo no cuadraba.
Fue entonces cuando un anciano del desierto le dijo:
— No importa cuán fuerte tires, tu caravana solo se moverá tan rápido como la mula más lenta.
Mateo se detuvo a pensar. La frase le dio vueltas toda la noche.
Al día siguiente, al observar bien, descubrió que había una sola mula —llamada Candelaria— que cojeaba un poco. No se quejaba, no mugía fuerte, simplemente… caminaba más lento. Y todas las demás terminaban ajustando su paso para no dejarla atrás.
Mateo no la cambió ni la castigó. Hizo algo más sabio:
1. Reasignó parte de su carga a otras mulas.
2. Le puso un mozo más atento, con experiencia.
3. Reorganizó la caravana de forma que ella fuera la primera, marcando el ritmo.
Ese viaje fue el más rápido y fluido que jamás habían tenido.
Desde entonces, Mateo repitió el mismo ritual antes de cada travesía: buscar la Candelaria del grupo. No para deshacerse de ella, sino para darle lo que necesitaba para mejorar, porque sabía que el ritmo de todo el sistema dependía de ello.
Cada empresa, proyecto o equipo tiene su “Candelaria”. Puede ser un proceso lento, una persona sin apoyo, un cuello de botella tecnológico, un mal hábito o un sistema desactualizado.
La solución no está en apretar a todos por igual, sino en detectar la restricción, entenderla, fortalecerla y dejar que todo lo demás fluya a su ritmo… hasta que la siguiente Candelaria aparezca.